Al volver de Gadara a la orilla occidental, Jesús encontró una multitud reunida para recibirle, la cual le saludó con gozo. Permaneció él a orillas del mar por un tiempo, enseñando y sanando, y luego se dirigió a la casa de Leví Mateo para encontrarse con los publicanos en su fiesta. Allí le encontró Jairo, príncipe de la sinagoga. Sigue leyendo
Los endemoniados gadarenos, liberación y sanación
El encuentro con los gadarenos procede a la noche en que Jesús calmó la tempestad. En la mañana, apenas habían tocado tierra, sus ojos fueron heridos por una escena más terrible que la furia de la tormenta. Desde algún escondedero entre las tumbas, dos locos echaron a correr hacia ellos como si quisieran despedazarlos. De sus cuerpos colgaban trozos de cadenas que habían roto al escapar de sus prisiones. Sus carnes estaban desgarradas y sangrientas donde se habían cortado con piedras agudas. A través de su largo y enmarañado cabello, fulguraban sus ojos; y la misma apariencia de la humanidad parecía haber sido borrada por los demonios que los poseían, de modo que se asemejaban más a fieras que a hombres. Sigue leyendo
Jesús calma la tempestad, explicación y enseñanza espiritual
Jesús calma la tempestad en un día lleno de acontecimientos. Al lado del mar de Galilea, había pronunciado sus primeras parábolas, explicando de nuevo, mediante ilustraciones familiares, la naturaleza de su reino y la manera en que se establecería. Había comparado su propia obra a la del sembrador, el desarrollo de su reino al crecimiento de la semilla de mostaza, y al efecto de la levadura en una medida de harina. También había descrito la gran separación final de los justos y de los impíos mediante las parábolas del trigo y de la cizaña, y de la red del pescador. Había ilustrado la excelsa preciosura de las verdades que enseñaba, mediante el tesoro oculto y la perla de gran precio, mientras que en la parábola del padre de familia había enseñado a sus discípulos cómo habían de trabajar como representantes suyos. Sigue leyendo
Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados que yo os haré descansar”— Mateo 11:28-30. Estas palabras de consuelo fueron dirigidas a la multitud que seguía a Jesús. El Salvador había dicho que únicamente por él podían los hombres recibir un conocimiento de Dios. Se había dirigido a los discípulos como a quienes se había dado un conocimiento de las cosas celestiales. Pero no había dejado que nadie se sintiese privado de su cuidado y amor. Todos los que están trabajados y cargados pueden venir a él.
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La fe del centurión y la resurrección del hijo de una viuda
A Cristo le entristecía que su propia nación requiriese esas señales externas de su carácter de Mesías. Repetidas veces se había asombrado de su incredulidad. Pero también se asombró de la fe del centurión que vino a él. El centurión no puso en duda el poder del Salvador. Ni siquiera le pidió que viniese en persona a realizar el milagro. “Solamente di la palabra—dijo, —y mi mozo sanará”. Sigue leyendo