El paralítico de Betesda estaba con la multitud de enfermos esperando el movimiento del agua. En ciertos momentos se agitaban las aguas del estanque y se creía que ello se debía a un poder sobrenatural; el primero que en ellas entrara después de que se agitaran, sanaba de cualquier enfermedad. Centenares de enfermos visitaban el lugar, pero era tan grande la muchedumbre cuando el agua se agitaba, que se precipitaban y pisoteaban a los más débiles. Muchos no podían ni acercarse al estanque. Otros, habiendo logrado alcanzarlo, morían en su orilla. Sigue leyendo
Jesús sana al hijo del funcionario real, si no veis señales y milagros no creeréis
Jesús va a Galilea donde sana al hijo del funcionario real, después de haber compartido dos días con los samaritanos y la mujer que había conocido junto al pozo. Allí los Galileos que volvían de la Pascua trajeron nuevas de las obras admirables de Jesús. El juicio expresado acerca de sus actos por los dignatarios de Jerusalén le preparó el terreno en Galilea. Entre el pueblo eran muchos los que lamentaban los abusos cometidos en el templo y la codicia y arrogancia de los sacerdotes. Esperaban que ese hombre, que había ahuyentado a los gobernantes, fuese el Libertador que anhelaban. Ahora llegaban noticias que parecían confirmar sus expectativas más halagüeñas. Se decía que el profeta se había declarado el Mesías. Sigue leyendo
La mujer samaritana junto al pozo de Jacob
En viaje a Galilea, Jesús pasó por Samaria. Era ya mediodía cuando llegó al hermoso valle de Siquem. A la entrada de dicho valle, se hallaba el pozo de Jacob donde tuvo el encuentro con la mujer samaritana. Cansado de viajar, se sentó allí para descansar, mientras sus discípulos iban a comprar provisiones. Jesús se sentía débil por el hambre y la sed. El viaje hecho desde la mañana había sido largo, y su sed era intensificada por la evocación del agua fresca que estaba tan cerca, aunque inaccesible para él; porque no tenía cuerda ni cántaro, y el pozo era hondo. Sigue leyendo
El testimonio de Juan el Bautista
Juan el Bautista había sido llamado a destacarse como reformador. A causa de esto, sus discípulos corrían el peligro de fijar su atención en él sintiendo que el éxito de la obra dependía de sus labores y perdiendo de vista el hecho de que era tan sólo un instrumento por medio del cual Dios había obrado. Pero la obra de Juan el Bautista no era suficiente para echar los fundamentos de la iglesia cristiana. Cuando terminó su misión, otra obra debía ser hecha que su testimonio no podía realizar. Sus discípulos no comprendían esto. Cuando vieron a Cristo venir para encargarse de la obra, sintieron celos y desconformidad. Sigue leyendo