La parábola de los talentos. ¿Qué significado tienen los talentos?

La parábola de los talentos

La parábola de los talentos tiene una aplicación personal para cada hombre, mujer y niño que tienen la capacidad de razonar. Nuestra obligación y responsabilidad están en proporción a los talentos que Dios nos ha dado. No hay un solo seguidor de Cristo que no tenga un don de cuyo uso no sea responsable delante de Dios.

“A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos”—Mateo 25: 15.

En la parábola de los talentos cuando el dueño de casa llamó a sus siervos, a cada uno le dio su trabajo. Toda la familia de Dios está incluida en su responsabilidad de emplear los bienes de su Señor. Cada persona, desde la más humilde y oscura hasta la más encumbrada y brillante, es un instrumento moral dotado de facultades por las cuales es responsable delante de Dios. Las facultades espirituales, mentales y físicas, la influencia, la posición, las posesiones, los afectos y las simpatías, todos son talentos preciosos que deben emplearse en la causa del Maestro.

El valor de los talentos en la parábola

Los que han recibido la bendición de poseer talentos superiores no deberían despreciar el valor del servicio de los que son menos dotados que ellos. El talento más pequeño es un talento dado por Dios. Un solo talento que sea utilizado diligentemente con la bendición de Dios, será duplicado, y los dos empleados al servicio de Cristo se convertirán en cuatro; y así el instrumento más humilde puede aumentar su poder y utilidad. El propósito ferviente, los esfuerzos abnegados, todos son vistos, apreciados y aceptados por el Dios del cielo. Sólo Dios puede apreciar el valor de su servicio, y ver la abarcante influencia del que trabaja para dar gloria a su Hacedor.

Que el hombre de negocios realice sus transacciones en una forma que glorifique a su Maestro por su fidelidad y que todo lo que hace revele el Espíritu de Cristo a los hombres. También que el mecánico sea un representante diligente y fiel de Aquel que trabajó en tareas humildes en los pueblos de Judea.

La lección de la parábola

La parábola de los talentos no ha sido plenamente comprendida. Esta lección importante se dio a los discípulos para beneficio de los creyentes que viviesen en los últimos días. Y estos talentos no representan solamente la capacidad de predicar e instruir acerca de la Palabra de Dios. La parábola de los talentos se aplica a los recursos temporales que Dios ha confiado a su pueblo. Aquellos a quienes se había entregado cinco y dos talentos, negociaron y duplicaron lo que se les confió.

Dios requiere de aquellos que tienen posesiones en esta tierra, que de su dinero obtengan interés para él, que lo dediquen a la causa, para diseminar la verdad. Y si la verdad vive en el corazón de aquel que la recibió, él también ayudará con sus medios para comunicarla a otros; y mediante sus esfuerzos, su influencia y sus recursos, otras almas aceptarán la verdad y empezarán a trabajar por Dios.

Algunos de los que profesan ser hijos de Dios, son como el hombre que ocultó su talento en la tierra. Impiden que sus bienes beneficien a la causa de Dios. Aseguran que son suyos, que tienen derecho a hacer lo que les plazca con ellos, y no se salvan almas por medio de los esfuerzos juiciosos que ellos podrían hacer con el dinero de su Señor. Y lo que se les confió les será arrebatado. Se le despojará de su tesoro terrenal; lo habrán perdido todo. Las coronas que podrían haber llevado si hubieran sido fieles, se colocarán sobre la cabeza de aquellos que hayan sido salvados por los siervos fieles cuyos recursos estuvieron constantemente en uso para Dios. Cada persona en cuya salvación intervinieron, añadirá estrellas a su corona de gloria y aumentará su eterna recompensa.

Responsables ante Dios por los talentos otorgados

“El que es fiel en lo muy poco, también en lo mucho es fiel”—Lucas 16:10. Siendo fiel con los bienes terrenales, que son los de menor importancia, y empleando juiciosamente lo que Dios le prestó aquí, será fiel a su profesión. “El que en lo muy poco es infiel, también en lo mucho es infiel”—Lucas 16:10. El que retiene de Dios lo que él le prestó, será infiel en las cosas de Dios en todo respecto.

Jesús compró la redención para nosotros; es nuestra; pero nos hallamos aquí a prueba, para ver si resultamos dignos de la vida eterna. Dios nos prueba confiándonos bienes terrenales. Si somos fieles en impartir liberalmente lo que nos ha prestado, para fomentar su causa, Dios puede confiamos la herencia eterna.

El uso de los talentos en la parábola

En la parábola de los talentos el que había recibido cinco se fue con ellos e hizo otros cinco talentos. Asimismo, el que había recibido dos, ganó también él otros dos. Los talentos, aunque sean pocos, han de usarse. La pregunta que más nos interesa no es: ¿cuánto he recibido? sino, ¿qué estoy haciendo con lo que tengo? El desarrollo de todas nuestras facultades es el primer deber que tenemos para con Dios y nuestros prójimos.

El Señor tiene una gran obra que ha de ser hecha, y él recompensará en mayor escala, en la vida futura, a los que presten un servicio más fiel y voluntario en la vida presente. El Señor escoge sus propios agentes, y cada día, bajo diferentes circunstancias, los prueba en su plan de acción. En cada esfuerzo hecho de todo corazón para realizar su plan, él escoge a sus agentes, no porque sean perfectos, sino porque, mediante la relación con él, pueden alcanzar la perfección.

Dios aceptará únicamente a los que están determinados a ponerse un blanco elevado. Coloca a cada agente humano bajo la obligación de hacer lo mejor que puede. De todos exige perfección moral.

Nunca debiéramos rebajar la norma de justicia

Necesitamos comprender que es pecado la imperfección de carácter. En Dios se hallan todos los atributos justos del carácter como un todo perfecto y armonioso, y cada uno de los que recibe a Cristo como su Salvador personal, tiene el privilegio de poseer esos atributos. Y todos los que quieran ser obreros juntamente con Dios, deben esforzarse por alcanzar la perfección de cada órgano del cuerpo y cada cualidad de la mente.

La verdadera educación es la preparación de las facultades físicas, mentales y morales para la ejecución de todo deber; es el adiestramiento del cuerpo, la mente y el alma para el servicio divino. Esta es la educación que perdurará en la vida eterna.

 

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