Sufrimiento, el dolor de las dificultades

Sufrimiento, el dolor de las dificultades

En ocasiones las dificultades son parte del camino que debemos recorrer con algún fin, son pruebas que Dios permite que lleguen a nuestras vidas para nuestro bien. Pedro en su primera carta escribió “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese” (1 Pedro 4:12).

Por eso no es de extrañar que Jesús dejara en claro la afirmación: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz.  En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” Juan 16:33.

Las dificultades dolorosas pueden venirnos de muchas maneras, pero el apóstol nos invita a no mirarlas como si fuera algo extraño que estuviera sucediendo, porque no debemos tener un concepto simplista de la vida cristiana (Pedro se refiere a las pruebas que son consecuencia cuando se está del lado de Cristo). A veces caminar con Dios puede ser algo muy difícil mientras que los que andan por el camino del mal tienen grandes recompensas. ¿Por qué sucede esto?

Pasar por el fuego

Pasar por el fuego, no es para nada una experiencia agradable. Con los metales tenemos que, para purificarlos, refinarlos, en la mayoría de los casos se debe exponerlos a altas temperaturas para limpiarles sus impurezas.

“Por tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos: He aquí que yo los refinaré y los probaré; porque ¿qué más he de hacer por la hija de mi pueblo?”, Jeremías 9:7.

Dios nos puede llevar por la refinación, por caminos dolorosos por diversas causas. Una de ellas podría ser para llamarnos la atención a nuestro pecado. Un poco antes Jeremías escribe con tristeza: “Se quemó el fuelle, por el fuego se ha consumido el plomo; en vano fundió el fundidor, pues la escoria no se ha arrancado”, Jeremías. 6:29. De este modo, algunas veces se necesitan acciones drásticas para conseguir nuestra atención.

Otra posibilidad está en que Él quiere que demos pasos en la dependencia absoluta de Él. Puede sucedernos que estemos muy cómodos con lo que tenemos alrededor dejando a Dios de lado, como una segunda opción para cuando tenemos dolor de cabeza (nuestro “Dios Aspirina”).

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¿A dónde nos quiere llevar Dios?

¡A las mansiones celestiales! ¿Crees que con tus imperfecciones sin purificarte podrías ser feliz en el cielo? ¿Te imaginas si sufres de orgullo o envidia, lo doloroso que sería vivir por la eternidad viendo como Dios da en abundancia a sus hijos y tú queriendo tener lo mismo o más que ellos? Y esto es solo un ejemplo.

Otra posibilidad es la que expresó Pablo en su segunda carta a los Corintios: “Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera”, 2 Corintios 12:7. Nota que el “aguijón” de Pablo tenía un propósito definido: “para que no me enaltezca sobremanera”. No era por causa de ningún pecado específico que él hubiera cometido, sino para prevenir que él pecara por algo específico en el futuro. Pablo reconocía que, por naturaleza, tenía una debilidad hacia el pecado, y que este “aguijón” podía protegerlo contra esa debilidad.

Dios conoce muy bien nuestros corazones y nos ayuda en las dificultades

Él conoce nuestros caracteres mejor que nadie. Él ve que colocándonos en diferentes situaciones y variadas circunstancias podremos descubrir en nuestro carácter los defectos que permanecían ocultos al conocimiento. Por medio de las dificultades nos da la oportunidad para enmendar estos defectos y prepararnos para servirle. Muchas veces permite que el fuego de la aflicción y  las dificultades nos alcance para purificarnos.

Si conoces a alguien que esté en estos momentos pasando por sufrimientos, podrías consolarle explicándole que quizás sea el fuego purificador que Dios está usando para refinarlo, pero ¿es esto símbolo de que Dios no le ama o que le ha dejado de ayudar? De ninguna manera. Cuando Dios nos haya sacado de ese crisol, las recompensas serán mayores a lo imaginado.

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